Estoy en una profundidad donde el tiempo no existe.
Un silencio oscuro y primitivo invade todo.
El afuera trae voces que resuenan lejanas.
Todo se siente liviano y etéreo, de una serenidad imponente.
Me acomodo.
Calma y sueño.
Todo es simplemente hermoso.
Cambios.
Algunos movimientos intranquilizan.
Vueltas y sacudones.
Todo se está tornando diminuto,
ínfimo.
El espacio,
finito,
no
me
deja
respirar.
Aumentan las molestias.
Irrupción. Fuerzas que me invaden.
Empujones, apretones, tironeos.
Gritos, llantos.
Voces, demasiadas voces.
Finalmente la luz, 
lo enceguece todo.

Texto: Antonella Petronio
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